Cómo evitar lesiones al correr
Correr sin aplicar una buena técnica puede lastimar rodillas, caderas, tobillos o tendones. Entre las lesiones más comunes están los esguinces de tobillos, la tendinitis, entre otros.
En general, cuando el paso largo es discontinuo, de diferente longitud y ritmo; cuando el apoyo de los pies es desigual y, al contrario a lo recomendado, se separan mucho del suelo; o cuando se corre con uno o los dos pies abiertos, en lugar de rectos, lo que hace incrementar la tensión de rodillas, tobillos y cadera.
Si los brazos y manos tienen movimientos inseguros, no ayudan a la ejecución del ejercicio; tampoco si el tronco se balancea o se inclina a los lados, ya que obliga al corredor a equilibrarse en cada paso. Si las piernas, más que correr, propulsan de forma pesada el cuerpo, las rodillas sufren a cada impulso. Para que esto no ocurra, es recomendable poner conciencia, al menos cuando se empieza, en cada uno de los movimientos del cuerpo.
Al principio es fácil mejorar, puesto que los errores son muy evidentes. Uno también asesorarse con un entrenador que tenga los conocimientos necesarios para aprender a mejorar la técnica.
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¿Cuál es la técnica adecuada para correr?
Una correcta posición de los brazos favorece el equilibrio, impulsa hacia adelante y ayuda a ganar velocidad. Los especialistas aconsejan mantenerlos los brazos relajados y que los codos formen un ángulo de unos 90º.
Los hombros hay que conservarlos bajos y relajados, para no gastar energía y limitar el movimiento de los brazos. Una posición idónea de los brazos facilita el paso.
Cuanto más cerca del suelo estén los pies, sin saltar demasiado, mejor: permite que las pisadas sean ligeras y haya menos impacto con el suelo, por lo que el cuerpo debe reabsorber menos fuerza. Un impacto demasiado grande aumenta el riesgo de lesión.
También es importante intentar adoptar una postura erguida, porque inclinarse demasiado hacia delante provoca un exceso de presión sobre la rodilla. Hay que levantar las rodillas y llevarlas hacia delante. Con esto se consigue que la pisada sea mejor y que las rodillas sufran menos rebote.
Es más fácil lograr esta posición si se dirige la mirada hacia el horizonte: ayuda a mantener más rectas la cabeza y la espalda y evita dolores musculares.
Por último, las manos deben estar semiabiertas y relajadas pero no dejar que se muevan sin control. Llevarlas cerradas genera una tensión innecesaria que provocará molestias en brazos, cuello y hombros, además de mayor gasto de energía. Se aconseja que el dedo pulgar apunte hacia arriba.
La información proporcionada en este sitio sirve para apoyar y no para reemplazar la relación entre un paciente y su médico o nutricionista.
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