Ser coherentes con nuestras creencias
Cada acción (hábito) que uno hace viene de una creencia, entonces nuestras creencias realmente nos hacen una mejor (o peor) persona. Las creencias crean hábitos, los hábitos crean comportamientos y nuestro comportamiento controla nuestras vidas. Nuestras acciones son el resultado de nuestras creencias.
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Una creencia es un pensamiento que repetimos una y otra vez hasta aceptarlo como nuestra verdad. Nuestras creencias son programas que hemos ido grabando en nuestra mente subconsciente a través de los años desde que nacimos. Pero las más nobles creencias caen en la falsedad si no se reflejan en ejemplos, en acciones, en demostraciones auténticas de esos supuestos pensamientos.
Vivimos en una sociedad que acostumbra a celebrar grandes proclamas: practicar la solidaridad, el respeto, la ayuda al desvalido, el apoyo social a todo tipo de víctimas, sin embargo, en nuestra realidad más cercana y en lo que cada día vemos, nada de esto parece cumplirse. Es como si una buena parte de nosotros defendiéramos ciertas creencias en voz alta pero más tarde, en la cotidianidad, actuáramos de un modo más frío e interesado.
Actuar con lo que predicamos, defender lo que elogiamos y, ante todo, permitir que nuestras creencias nos hagan mejores personas gracias a los actos que las acompañan.
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